jueves, febrero 08, 2007

... pero la vida ha de seguir... digo yo...

Sí, aunque lleno de melancolía, pero sin llegar a la amargura, que lo contrario de vivir no es morir sino no vivir, y eso es un tanto ridículo. Así que una cosa u otra -vivir o morir, se entiende- y de momento quedan muchas cosas por hacer.
Una vez ya reposado el estruendo de la vida cotidiana arrasada creo que voy comprendiendo y asimilando los porqués de todo esto. Quizás me precipité en mi escueto análisis anterior. Creo que tiene sus motivos y que, de hecho, ha tenido un valor extraordinario tomando esta decisión. Lo que me apena profundamente es que las causas que lo motivaron nada tienen que ver con nosotros y con nuestra vida, son mucho más intemporales, profundas y arraigadas, algo que hace que implique un esfuerzo por su parte tan fundamental y perentorio que he de quedarme por el camino. En ese sentido no me importa que haya sido así y acepto mi destino como "sacrificio" necesario para ella poder hacerse de una vez por todas con las riendas de su vida.
Y así me hallo, de nuevo en casa de mis padres, sin trabajo y sin dinero, sentado frente al ordenador -que no es mío- y dándole a las teclas, con la tele de fondo y la luz del flexo reflejada en la ventana no viendo lo que hay al otro lado; mi madre hablando por teléfono, en el salón, con mi hermana, que vive en San Sebastián y que me acogió el fin de semana para animarme. Y así serán las cosas hasta que cambien o hasta que vaya reincorporándome a la vida civil. Me decía Lalo que esto de la soltería está de puta madre y que te permite vivir una segunda juventud. Yo veo que se lo pasa bien, así que habrá que hacer lo mismo. La lástima es que ya me estaba acostumbrando a un cierto ascetismo soso y hasta me atraía la idea de adentrarme en los albores de la tercera edad. En fin, supongo que poco a poco y con algo de suete hasta me sale más pelo y dejan de salirme canas.