viernes, septiembre 09, 2005

De cambios y puentes colgantes


Pues sí, desde el pasado lunes he ingresado en una nueva etapa de mi vida. Que sea nueva no quiere decir que vaya a resultar ni exitosa ni satisfactoria ni nada concreto que pueda ser previsto.
Uno, a lo largo de su vida, va descubriéndose a sí mismo. Esos pequeños descubrimientos los vamos asimilando más o menos; otros los rechazamos por inservibles o porque creemos que son una distorsión de la idea que tenemos de lo que somos o debiéramos ser; otros los archivamos, adormecidos, por miedo a que digan algo de nosotros que ni nosotros quisiéramos saber porque nos asusta comprobar que pudiera ser tarde para descubrir que hemos elegido de manera errónea lo que nos propusimos ser... Podría seguir con más oraciones subordinadas y acabaríais odiándome, así que paro aquí.
La cuestión es que di un paso definitivo que me aleja de ese estancamiento en el que me encontraba. Por fin me toqué el paquete y vi que sí, que me colgaban dos protuberancias que me habilitan como hombre de acción.
Sí, he decidido abandonar la lucha por la Academia. Qué paradoja. ¿Qué tendrá que ver esto con los cojones? Realmente los cojones no tienen que ver nada en particular con nada en general... En fin, que me pierdo, que he dejado el doctorado y me he metido de lleno y por completo en esa cosa tan turbulenta y tan llena de fuegos fatuos que es la interpretación. No me refiero a la hermenéutica ni a la traducción de textos, me refiero al teatro.
Desde el lunes estoy en un intensivo en el Laboratorio de William Layton.
Cuando lo acabe, en un par de semanas más, empezaré el curso regular en La Guindalera de Juan Pastor.
Quizás aquellos que me leéis con asiduidad no conozcáis a fondo lo que pueda implicar esta circunstancia ni qué sitios son esos. Ya os iré contando más... si me sale de los cojones, por supuesto.
De momento, todavía no soy feliz, ni sé si lo seré algún día, pero, por lo menos, hay ciertas cosas que dejarán de contribuir a sentirme miserable de la manera en la que me sentía hasta hoy.
Nada hay que me libre de todo mal, pero por lo menos voy liberándome de mí mismo.
Poco a poco.
Por cierto, si alguien adivina quién es el de la foto le invito a una horchata.