miércoles, mayo 31, 2006

El eterno retorno de lo mismo

Otra vez más, de nuevo, la rueda que nunca paró de girar volvió a pasar por encima de mí en ese punto en que retorna otra vez, como la primera vez, lo mismo de lo otro que es todas veces nuevo y todas veces diferente. Pero siempre lo mismo.
Uno nunca escarmienta porque no se trata de eso, pero aunque así fuera tendría el mismo sentido, que es a la vez una nueva pregunta vuelta a ser formulada de nuevo y siempre con la misma ausencia de respuesta, con la misma incertidumbre, con el mismo sentido que es, en definitiva, todas las veces anuncio de un nuevo crepúsculo.
Y me hallo solo de nuevo, partido en dos otra vez, pero esta vez, como todas las veces, de forma y contenido diferente, a pesar de compartir siempre la misma esencia, el mismo dolor y el mismo duelo de la pérdida del ser amado.
Qué hacer a partir de ahora. Sinceramente no lo sé. Nunca lo sabré, porque siempre es nuevo para mí, es algo de lo que uno por más que quiera engañarse nunca aprende.
A ella nada tengo que reprocharle. Es hija de la desesperación, de la ausencia de todo lo que no debiera faltarle a nadie, y eso le ha hecho demasiada mella. Si a eso le añadimos la mala suerte y la urgencia tenemos una suma cuanto para mí inabarcable y un anhelo al que no sé dar satisfacción.
Y yo no he sabido estar a la altura. Emocional, sentimentalmente, en ese terreno me defiendo perfectamente. Pero es el único lugar por el que nuca tuve miedo de transitar, por lo que lo domino con la suficiente solvencia. Pero cuando se requiere de mí otras habilidades algo más prácticas está claro que no sé responder.
Eso es lo que ha faltado por mi parte y eso es lo que supongo siempre será el peor de mis lastres y lo que atraerá sin remisión el peso de la rueda que retornará por siempre.
Yo os pediría a todos los que la conozcáis que la queráis mucho, ya que se lo merece, que no la dejéis sola, que hagáis todo lo posible porque consiga todo lo que la justicia divina, de existir, debiera restituirle. Ella se lo merece todo y yo no sé cómo dárselo.
Me deja una puerta abierta, dice. No sé, nunca supe cómo abrirla y no creo que pueda aprender a hacerlo ahora.
Sólo espero solo a que el dolor se pase, pero más que el mío el suyo.