miércoles, marzo 30, 2005

De temas filológico-filosófico-hermenéutico-lúbricos

Aguópolis. En verdad os digo que de esta forma resulta más onomatopéyico y, por tanto, su significado casi trasciende la barra estructural que constituye al signo. Qué bonita es la lingüística, qué clarificadora y qué asombroso prodigio del desarrollo cognitivo del ser humano. Mas ella sola no cabalga por los verdes campos de la Otredad. Si no fuera por su hermana la filología nada sabríamos de nosotrso mismos. Porque somos ante todo lo que nuestra capacidad comunicativa nos permite ser. El problema es cuando no sabemos de dónde vienen, cuál es el origen de esas palabras que llevan estando ahí desde antes que nosotros. Recuerdo cuando, en un seminario sobre los Presocráticos, a propósito de Tales de Mileto, me di cuenta de que la divinidad no tiene peras. -Dios mío- me dije, qué es esto de que la divinidad no tiene peras. Conseguí centrarme ligeramente después de tan turbadora revelación y acerté a posar los brazos sobre el pupitre, no fuera a ser que me tambaleara y acabase cayendo al suelo tras un derrame cerebral inopinado fruto de una insana imaginación. Y es que es difícil superar la odiosa tendencia de darle forma humana a todo concepto creado con anterioridad a Cristo y recreado por nosotros los educados en esa tradición cristiana. Conseguí que el bolígrafo no se me cayera al suelo e interrumpiera el magistral discurso de mi adorada Teresa Oñate, pero en ese preciso momento caí en la cuenta de que se trataba del peras griego, no del pirum latino. -Qué mierda- volví a decirme. Yo, todo ilusionado con que en la antigüedad helénica pululaba por ahí arriba una señora trascendente y divina ella con algo tan moderno como una doble mastectomía y resulta que no es eso, que se refería a otra cosa. La divinidad, o Lo Divino, no tiene peras, es decir, límite -peras en griego quiere decir límite- porque no ha sido engendrado, limitado, por tanto. Pero limitado en el sentido de un límite que constituye. Por ello, por no haber sido engendrada la divinidad, ya que nada la ha constituido pues transciende lo fenoménico, no tiene límites, es lo ápeiron, lo ilimitado. En fin, que, dado que eso no tiene nada que ver ni con frutas ni con tetas, pues éstas vienen del latín y, dado que la divinidad en el discurso filosófico Presocrático nada tiene que ver con un Dios antropomórfico, pues se me fue la fantasía a hacer puñetas.

1 Comments:

Blogger Anntona said...

Pues yo he estado hoy con una productora que tenìa unas peras... (en su acepciòn latina, of course) luego os cuento, ya verèis, ya, que se las ha manoseado y todo. Jarl.

7:16 p. m., marzo 31, 2005  

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